Mitos y leyendas de Norte de Santander

En fechas de Halloween conoce algunos de los mitos de Norte de Santander que mezclan lo místico con lo histórico que se han transmitido de generación en generación.

En los recovecos de la historia, se tejen relatos que desafían la lógica y la razón, historias que han perdurado a través de las generaciones y han sido transmitidas de boca en boca como tesoros culturales. Los mitos y leyendas, un vasto tapiz de narrativas que abarcan continentes y épocas, nos sumergen en un mundo donde lo sobrenatural se entrelaza con lo cotidiano, donde héroes y dioses caminan entre mortales, y lo imposible se convierte en una realidad en la que la imaginación y la creencia se entrelazan.

En las tierras montañosas y valles verdes de Norte de Santander, la tradición no es ajena a esto y en todos sus municipios existen mitos y leyendas urbanas que forman parte del folclore popular y enriquecen la cultura de la región.

Una de las historias más compartidas y replicadas es ‘El Descabezado’, un relato perteneciente a la mitología del municipio de Arboledas, donde se narra como Don Juan Alsina al ser el hombre más rico del poblado adquirió gustos raros, como el recorrer las calles mientras una banda tocaba detrás de él.

Tras su muerto, comenzó la leyenda que entrada la noche aparecía un extraño hombre con capa negra hasta los pies, sin cabeza y que recorría los extensos muros de piedra que resguardaban la morada de Don Juan y el tesoro que este había dejado enterrado.

Algo similar se cuenta en Lourdes, donde un hombre recorre las calles del pueblo rezando y pidiendo a la Virgen por la salud de sus familiares, por la paz del pueblo y por el bienestar de todos sus habitantes. Los vecinos del pueblo lo veían pasar todos los días, y muchos de ellos se unían a él para rezar por la salud de su hijo que fue sanada milagrosamente por la devoción del sujeto a la virgen de Lourdes; sin embargo, hay quienes dicen que el espíritu del hombre sigue rodando las calles liderando un grupo de almas en pena que rezan junto a él.

En Tibú se cuenta que la Curupira, una criatura humanoide de baja estatura, con los pies al revés, el cabello largo y negro, y un sombrero de paja. Es protector de la naturaleza y de los animales, y castiga a los cazadores furtivos y a los que contaminan el medio ambiente. Le dio un talismán a un hombre para que tuviera suerte en la caza, pero este no debía contar el secreto.

Tiempo después, un amigo del cazador lo invitó a beber, luego de varios tragos, el hombre le reveló el secreto a su compadre de como era tan buen cazador, lo que conllevó a que la Curupira entrara en cólera, reprendiéndolo y quintándole el talismán que lo ayudaba a cazar sin mayor esfuerzo.

No solo los humanos son protagonistas de las leyendas que recorren los municipios, los animales también han sido figuras importantes a la hora de las historias que conforman la tradición nortesantandereana, así pasa en Ocaña, donde según los pobladores de la zona existe una mula que en realidad es el diablo disfrazado.

Las historias cuentan que el animal se aparece a los viajeros que llegan al municipio durante la tormenta, brindándoles su lomo para subir y no caminar el largo trayecto de la carretera al pueblo; sin embargo, en vez de ser una ayuda, la mula los conduce a un paraje diferente donde los deja abandonados. Hay quien dice que los lleva al infierno, mientras otros solo mencionan que los deja en medio de las montañas.

A su vez, exista la creencia que en realidad se trata de mujeres que cometieron pecado con los sacerdotes, y estas enfermaban en Semana Santa, muriendo y convirtiéndose en estas mulas como castigo de dios.

Otras leyendas de Norte de Santander

En el departamento hay una variante de la historia del ‘Sombreron’, un jinete misterioso que recorre las calles y los caminos de la noche, vestido de negro y con un sombrero de ala ancha, que busca castigar a los pecadores. Se dice que es capaz de aparecerse a las personas que han cometido actos de maldad, y que las asusta hasta la muerte.

Muchas de las historias convergen en un punto, se aparece durante las noches, especialmente de tormenta, en las carreteras de la región para asustar a las personas, persiguiendo a los viajeros quienes lo describen como un jinete con la cara nublosa que al acercarse pareciera estar en llamas mientras suenan los pasos de muchos caballos.

En Villa del Rosario, según la leyenda, el duende es un ser pequeño y peludo, de baja estatura, con los pies al revés. Viste de negro y con un sombrero. Se dice que el duende es travieso y que le gusta jugar bromas a los humanos.

Las historias sobre el duende de Villa del Rosario se remontan a principios del siglo XX. Se dice que el duende fue visto por primera vez por un grupo de niños que estaban jugando en la casa. Los niños contaron que el duende les hacía cosquillas y les jugaba bromas.

Por su parte, la capital nortesantandereana no se queda atrás. Cúcuta, también tiene una historia.

Donde hoy funciona la Biblioteca Julio Pérez Ferrero, se ubicaba con anterioridad el Hospital San Juan de Dios, el cual quedó totalmente destruido por el terremoto de Cúcuta de 1875. La historia cuenta que allí trabajaba una mujer que, tras sufrir una enfermedad mental y morir, empezó a vagar por los pasillos de la instalación, asustando a quienes hoy en día allí trabajan y a los visitantes de la bibliotecas que la describen vestida con su uniforme apareciendo detrás de los estantes, o sentada en una de las mesas de lectura. También se dice que han escuchado la voz de la mujer, susurrando o hablando sola.

El mito de Zulia y Guaymaral

El mito de Zulia y Guaymaral, es una historia popular de la frontera colombo-venezolana que cuenta la historia de dos jóvenes indígenas que se enamoraron en el siglo XVI.

Según la leyenda, Zulia era la hija del cacique Cinera, jefe de las tribus en las riberas de Zulasquilla. Guaymaral era un joven guerrero de la tribu de los Cúcuta. Ambos se conocieron cuando eran niños, y desde el primer momento se enamoraron. Sin embargo, su amor fue prohibido por sus padres, quienes pertenecían a tribus enemigas.

En 1532, los conquistadores españoles llegaron a la región. Zulia y Guaymaral se unieron a las fuerzas indígenas para luchar contra los españoles. Durante una batalla, Zulia fue herida de muerte. Guaymaral la llevó a un lugar seguro, donde murió en sus brazos.

Luego de la muerte, Guaymaral juró que nunca olvidaría a Zulia y se convertiría en un guerrero valiente, y lideró a su pueblo en la lucha contra los españoles para liberarlos y vengar la muerte de su amada.

En algunas versiones de la leyenda, se dice que Zulia y Guaymaral se encuentran en el municipio de Ocaña, en Norte de Santander. Esta versión de la leyenda sugiere que la leyenda puede haber tenido algún impacto en la fundación de este municipio. Sin embargo, no hay pruebas que respalden esta afirmación.

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