31 años desde el atentado terrorista del vuelo HK-1803

avion
Los años 80 quedaron marcados por el narcotráfico, y hoy se recuerda como una de las épocas de mayor violencia en Colombia, esto causado por la guerra entre el Estado y la mafia.

Un día como hoy, pero hace 31 años atrás, la zona rural de Soacha, Cundinamarca, presenciaron uno de los tantos actos terroristas ocasionados en aquella década.

Desde el aire, el piloto de un helicóptero señaló una columna de humo que se levantaba de un montón de chatarra ardiente. Aquellos restos eran los fragmentos de lo que fue el avión Boeing 727-21 con matrícula HK-1803, que había salido menos de dos horas antes del aeropuerto El Dorado de Bogotá con destino a Cali, al aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón. Adentro iban 107 personas.

El vuelo 203 de Avianca, que había despegado a las 7:13 a. m. del lunes 27 de noviembre de 1989, fue el blanco para activar un nuevo acto terrorista, acciones dirigidas por la mafia de ese entonces.

«La aeronave había desaparecido de las pantallas de la torre de control cuatro minutos después de despegar, 7:17 a. m. Podría ser un error técnico”.

Yesid Castaño González, director de la Aeronáutica Civil.

Al parecer, se trataba otra de las fechorías de Pablo Emilio Escobar Gaviria, el jefe del cartel de Medellín, el cual ya había declarado la guerra al Estado colombiano para evitar su extradición a Estados Unidos. En su estrategia combinaba acciones de asesinato selectivo de policías, terrorismo contra inocentes, como carros bomba en vías públicas o centros comerciales, y magnicidios de líderes políticos que le hicieran frente.

Tres meses antes

Como una línea de acciones intimidantes hacia el Estado colombiano, tres meses atrás, el favorito para ocupar el cargo como presidente de la Republica, habría sido asesinado por Escobar, justo el viernes 18 de agosto. Luis Carlos Galán, quien superaba el 80% en las encuestas como el más indicado para ocupar la Casa de Nariño, fue arremetido en una improvisada tarima de la plaza principal de Soacha, sin importar la muchedumbre que había asistido para oír su discurso.

“En sus manos encomendamos las banderas de mi padre” y “cuente con nuestro respaldo para que sea usted el presidente que Colombia quería y necesitaba. ¡Salve usted a Colombia!”.

Juan Manuel, hijo de Luis Carlos Galán.

Gaviria sería una de las últimas fichas para ponerle punto final a la guerra de ese entonces, pues inició de la noche a la mañana, una campaña en la que en ocasiones se veían en los recorridos más armas y escoltas que simpatizantes. Desde entonces, estaría entre los ojos del asesino del momento, Escobar.

Ese no fue el único asesinato del día, pues en la mañana, el capo había acabado con la vida del coronel de la policía Valdemar Franklin Quintero en Medellín, su más implacable perseguidor. Así mismo, acababa de acribillar al magistrado Carlos Ernesto Valencia García, en el centro de Bogotá.

Callar bocas y hacer lo que se le diera la gana sin ser juzgado, era el principal objetivo de Escobar, tanto así, que no le tembló la mano para volar de un bombazo de 60 kilos de dinamita al diario que más denuncias hacia contra él, El Espectador. El atentado ocurrió antes de salir la luz del día, en la madrugada del 2 de septiembre de 1989.

Volviendo al 27 de noviembre

El cartel de Medellín no era solo un grupo de mafiosos, además de eso, ya estaban conformados como un poderío avasallador. Allí estaba, por ejemplo, el terrorista Carlos Castaño Gil, quien tenía infiltrado en el entonces Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) a Alberto Romero, en un puesto decisivo: era el jefe de Inteligencia en ese organismo estatal. Según ‘Popeye’, este hombre suministraba la información de los pasos precisos de sus víctimas.

“Él, fue quien dio los datos de Gaviria Trujillo”. Así Escobar decidió “rematarlo”, porque el ‘Patrón’ ya hablaba de él como un muerto, Gaviria está muerto”.

Jhon Jairo Velásquez, Alias Popeye.

Sin embargo, ese lunes 27 de noviembre, Gaviria no tenía en su agenda ir a Cali en una línea comercial porque durante los días previos su jefe de seguridad, el coronel Homero, le había pedido que en adelante solo se desplazara en aviones privados.

“Tengo una corazonada”.

Coronel Homero, jefe de seguridad de Gaviria.

Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye, uno de los asesinos al servicio de Escobar, tenía en ese instante otros pensamientos, como lo confesó tiempo después. Según su testimonio, la aeronave fue derribada por una bomba armada por su organización delictiva con la intención de matar a Gaviria Trujillo.

“Porque sabíamos que él tenía un cupo en el avión”.

Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye.

‘Arete’ asumió, cinco años después, en 1994, la autoría del atentado.

“Iba dirigido contra el candidato César Gaviria, en ese entonces candidato a la presidencia”, en una “operación ordenada por Pablo Escobar Gaviria” y con el visto bueno de Gonzalo Rodríguez Gacha, el ‘Mexicano’, y otros “patrones” en “reuniones que se hicieron en el Magdalena Medio”.

Alias ´Arete´.

Las versiones sobre el atentado son múltiples. Se dijo que un individuo, con el mismo nombre del entonces dueño de Avianca, Julio Santo Domingo, adquirió dos pasajes: uno para él y el otro para alguien identificado como Alberto Prieto. Santo Domingo estuvo a punto de abordar, pero, en el último minuto, se abstuvo. Prieto, en cambio, era un muchacho que había sido contratado para grabar la conversación de los dos pasajeros de la fila de adelante. Él sí subió y encendió la grabadora, que resultó ser una bomba.

El caso de Santo Domingo fue una afirmación no corroborada en la investigación, entre otras razones porque a cualquier empleado de la compañía le hubiera llamado la atención que un pasajero tuviera el mismo nombre de su jefe, y el del joven Alberto Prieto no apareció en el registro de las víctimas. ‘Popeye’ dijo que lo cierto es que Romero, con el poder que le daba el DAS, lo ayudó a entrar.

La certeza es que se puso en la silla 15F, a la derecha, precisamente la que está cerca de las alas y del área del combustible.

“Realmente sabían lo que estaban haciendo, la pusieron en un punto estratégico para causar el mayor daño posible”.

Edmundo Ortiz, miembro del Comité de Seguridad Aérea de la Asociación Colombiana de Pilotos (ACD).

Cuando el avión apenas empezaba a tomar altura, oscilando entre los 12.000 y 14.000 pies de altura —es decir, unos cuatro kilómetros por encima del suelo terrestre—, explotó con sus 134.133 libras de peso.

Los cuerpos de las víctimas, fragmentados, y la estructura del avión, hecha pedazos, se dispersaron en un radio de cinco kilómetros sobre el cerro Canoas. Los investigadores internacionales, entre los que participó el FBI, hallaron en un pedazo del tanque central de combustible rastros de Semtex, un explosivo fabricado en Checoslovaquia.

Fuente: El Tiempo.

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