El 19 de julio del 1997 el mundo vio nacer a Erwing Daniel Rico Rodríguez, un cucuteño que logró darle luz a su propia vida, luego de caer en las tinieblas de las drogas.
Es el menor de tres hermanos y llegó de sorpresa a la vida de sus padres, aunque no hizo parte de una cuna de oro, tuvo la dicha de contar con una familia amorosa, que en medio de las dificultades y escases económica, rebuscaban con el mayor esfuerzo el sustento diario.
Su papá soldador y su mamá docente, esperaban no un bebé, sino dos en un mismo embarazo, situación que era de alto riesgo, pues el parto se adelantó dos meses y uno de los bebés traía problemas de salud, se trataba de Daniel.
El pequeño tuvo dificultades en sus pulmones, sangre y testículos por causa de un problema en el hígado. Al principio era una pesadilla para los señores Rico Rodríguez, pues ningún doctor daba alguna noticia de esperanza, tanto así, que los médicos aconsejaban que enfocaran su amor en sus otros hijos, porque las posibilidades de sobrevivencia de Daniel eran muy bajas.
Fueron muchas noches de gritos desesperantes, en medio del dolor manifestaba sus ganas de vivir y sus padres nunca se dieron por vencidos. En ese entonces, la fe cristiana era lo único que mantenía un brillo de esperanza encendido. “Doctor haga su trabajo que Dios hace el resto”, eran los comentarios de sus padres al ver a su pequeño entrar al quirófano, y con miedo a que no despertara de la anestesia.
En la adolescencia fue invadido por la marihuana, el crepy, la cocaína y el tusi
Entre coros y rap, Daniel le cantaba a Dios, pues creció en una familia cristiana en Los Patios. A los 12 años, la adolescencia empezó a hacerle una mala jugada, pues en su afán de experimentar y crecer, conoció personas que apagarían su brillo.
Este joven fue mal influenciado por sus supuestas amistades, los cuales consumían droga desde años atrás. El primer acercamiento con estas sustancias alucinógenas, fue con la marihuana, la cual causó mucha curiosidad en Daniel. Justo ese seria el inicio de un caos.
Esa primera dosis lo dejó pensativo, pues las sensaciones en su cuerpo y mente empezaban a invadir su inocencia. Desde entonces empezó a escapar de su casa en las madrugadas, para continuar perdiéndose entre las tinieblas de los estupefacientes.
Cambió una vida cristiana por la perdición, en el que empezó a realizar mil cosas en contra de su voluntad, no solo contra de él, sino también a su vínculo familiar y social.
Desde los 12 hasta los 17 años de edad, estuvo atrapado en el vicio, realizando rutinas inapropiadas y manteniendo conductas las cuales destruían su vida cada día más.
Durante cuatro años este joven estuvo cegado por la marihuana, el Crepy, la Cocaína, el Tusi, el cigarrillo y el alcohol. Su familia y allegados nunca lo abandonaron, siempre mantuvieron la fe en que algún día dejaría ese camino lleno de vacíos e inseguridades.
Fueron muchos intentos por salir del mundo de las drogas, lo que fue un proceso doloroso para el joven y su familia. Era un vacío desgarrador el que sentía en su pecho, tanto así que lo hacia sentir rendido y prefería seguir en el vicio.
Escape a la vida
En el año 2014, cuando ya contaba con 17 años de edad, su mayor anhelo era rehabilitarse. La vida de este joven estaba en juego, había una lucha entre el bien y el mal, y su familia estaba dando la pelea que el joven no podía dar. Daniel Rico comenzó a sentir cosas extrañas en las madrugadas.
«Amanecía en la calle drogándome, algunas veces no llegaba a casa, dormía en la calle y en otras ocasiones si llegaba a mi hogar a dormir, pero había algo misterioso que pasaba en aquellos días, pues cuando despertaba mi cuerpo y rostro estaban cubiertos de aceite ungido».
Recuerda Daniel de aquel entonces.
El aceite al que se refería, se trataba de uno en especial utilizado para orar a las personas. En una ocasión, Daniel descubrió que mientras dormía, su madre se arrodillada al lado de su cama y suplicaba a Dios por su vida, secaba sus lagrimas con la ropa de su hijo y elevaba alabanzas. Daniel no pudo contener el llanto cuando la vio junto a él y le prometió que las cosas iban a cambiar.
Esa misma noche Erwin Rico, su padre, llegaba del trabajo y muy preocupado preguntó por el estado del adolescente, en respuesta, Daniel le manifestó: «Papá, quiero cambiar», su padre muy conmovido le dio un abrazo y le manifestó total apoyo.
A partir de ese momento comenzaron a ver a Daniel Rico con otro semblante, la felicidad estaba tocando la puerta de esta familia. Sus padres, hermanos y amigos hacían lo posible para que se mantuviera distraído y su mente la tuviera ocupada.
Cuando asistió a la iglesia por primera vez después de mucho tiempo, el pastor lo señaló y lo llamó hacia al frente. El predicador dijo ante todos, «escucha bien lo que Dios te dice: ni la droga, ni las pandillas ni todo lo malo del mundo podrá contigo, porque el señor está contigo y te dará una nueva oportunidad», desde ese mismo momento, Daniel Rico inició a disfrutar cada día.
Se convirtió en trabajador social
Daniel quiso entrar a la universidad, así que empezó a buscar una carrera en la que pudiera a ayudar a personas que estuvieran en situaciones como las que él padeció. En ese proceso descubrió el Trabajo Social como una alternativa. En el año 2016 emprendió sus estudios en la Universidad Simón bolívar.
«Hubo días que no había para el transporte, para la comida, ni mucho menos para las copias, libros o material que exigían para llevar a cabo los trabajos asignados, pero al pasar el tiempo me enamoré de la carrera, y entendí que mi propósito en esta vida, era ser trabajador social y servirle a Dios».
Cuenta Daniel con alegría.
En muchas ocasiones lo estigmatizaban por su aspecto físico, pero lo que nadie sabía en la universidad, era que tenían un compañero luchando por dejar un mundo atrás, el cual casi le quita la vida.
En aquellos momentos de rechazo solo guardaba silencio, elevada su mirada al cielo y decía, «Dios, tú me sacarás adelante y lograré ser un excelente profesional».
En la universidad hizo parte del semillero de investigación, selección de futbol, fútbol Sala y realizó muchas capacitaciones, aprovechaba cada oportunidad para capacitarse aún más.
Era como un niño corriendo feliz para aplicar en cada programa ofertado. «Solo quería mejorar y ser alguien con algo que ofrecer a una sociedad que espera soluciones concretas», expresó.
Hoy en día es oficialmente Profesional de Trabajo Social, labora en una ONG, donde dedica su vida a dar palabra de aliento por medio de su testimonio, crea videos de motivación personal y produce música en género Rap Celestial.
«Deseo que las personas logren entender que no todo está perdido, hay mucho por recorrer, pues estoy totalmente seguro que cada persona tiene un propósito en este mundo, que ni la droga y todo lo malo, podrá acabar con los sueños de las personas».
Dice Daniel, agradeciendo a Dios por su cambio.
Redacción: Carlos Escalante.